Por Osvaldo Santana
Tomás es un dominicano de tez morena, nacido en Guanuma, Santo Domingo Norte, hace seis décadas. Junto a sus seis hermanos creció con la atención de su madre y el cuido de su padre, que durante años vivió de una pequeña parcela asignada por el Instituto Agrario Dominicano (IAD).
Nada especial en la vida de Tomás, como él, otros miembros de familias campesinas ven pasar los días con un cuadro parecido, excepto que ahora él vive como extranjero en su tierra, en el mismo poblado que lo vio nacer, bajo la amenaza latente de una deportación hacia Haití.
Y cada vez que ve una guagua o un camión parecidos a las “camionas” de la dirección de Migración, se dispara “monte adentro”, arrasando alambradas y empalizadas, bajo el temor de ser capturado.
Pero ¿por qué Tomás? Tomás pasa por una pesadilla, después que perdió el plástico de su cédula de identidad y electoral, y cuando lo fue a renovar descubrió con asombro que otra persona era portadora de la misma. Y rápidamente, tuvo que abandonar la búsqueda en la oficina de la Junta Central Electoral (JCE).
Tomás ha sufrido una suplantación de identidad, y no ha podido encontrar una solución. Ahora anda con cautela en su pequeño pueblo, porque, negro al fin, es un potencial candidato de caer en las garras de los inspectores de Migración, en una zona donde la mayoría de los pobladores son negros, muchos bajo el asecho migratorio.
Tomás sufre el problema de la suplantación, pero detrás de él hay miles de dominicanos que no están registrados en la Oficialía Civil, y están excluidos de los derechos de ciudadanía, porque han nacido de uniones que jamás fueron declaradas en una Oficialía Civil. Otros, por cualquier otro motivo, como negligencia paterna, nunca fueron declarados.
Por negro
Pero Tomás está bajo riesgo no solo porque no tiene documento de identidad, sino por ser negro. La negritud es un motivo de sospecha para los agentes de Migración que persiguen a los inmigrantes indocumentados, haitianos, sobre todo.
Él teme sufrir los abusos de los inspectores de Migración, contados por vecinos, dominicanos y haitianos, que han sido capturados. Obviamente, lo primero que se pide es la cédula. Si no la tienes, entonces puedes resolver con una paga, que va desde los 5 mil pesos, que puedes abonar de inmediato, o poco después, si encuentras a alguien que avise oportunamente a un pariente.
De todas formas, si no tienes RD$5 mil, RD$4 mil y hasta RD$3 mil, puedes solventar la dificultad con la entrega del teléfono móvil. Total, en cualquier caso, la víctima lo va a perder. Se conforman con cualquier transacción porque si llegan al Centro Vacacional de Haina la situación puede complicarse.
La cuestión es que muchas personas están expuestas, especialmente en poblaciones con fuerte presencia ancestral haitiana, o con un alto porcentaje de dominicanos negros. En el caso de los negros de ascendencia haitiana, traídos por el desaparecido ingenio Río Haina durante la tiranía de Trujillo.
Al influjo de las deportaciones
En las últimas semanas, se han incrementado las quejas contra los agentes de Migración. Fue denunciada la irrupción en un hospital para capturar parturientas haitianas.
La cuestión se complicó después que la administración del presidente Luis Abinader endureció la política de deportaciones de haitianos con la agravación de la crisis en Haití.
Cada año miles de haitianos son expulsados hacia esa nación. Pero nada indica que el flujo se detendrá. Al contrario, fuentes no oficiales sugieren que cada vez llegan más ciudadanos provenientes de Haití.
Hasta el mes de julio, la dirección de Migración había deportado 114 mil 128 indocumentados, pero por cada devuelto, decenas pasan la frontera, incluso, no es raro encontrar un deportado a pocos días de ser enviado a Haití. Llegan hasta las más importantes ciudades, pese a los puestos de control fronterizo y en las carreteras, desde la frontera hasta el Gran Santo Domingo y Santiago.
¿Qué hacer?
Más allá de lo que hace Migración, el gobierno debe reconsiderar su política de deportaciones, que deviene en un negocio tolerado en el cual algunos agentes recaudan dinero esquilmando a los haitianos.
Una política más asertiva pudiera hacer más énfasis en las inmigraciones en sus diferentes modalidades, quienes tienen como destino las grandes ciudades, o quienes se establecen en comunidades cercanas a la zona fronteriza.
Reportes confirman un aumento considerable de inmigrantes haitianos en toda la franja sur de la frontera, donde incluso han surgido barriadas con alta presencia de extranjeros ilegales.
También habría que considerar más seriamente la necesidad de documentar inmigrantes trabajadores por sectores, que pueden calificar para una residencia permanente o transitoria en República Dominicana. Probablemente, esa idea pudiera ser muy combatida por los “patriotas nacionalistas” que se oponen a cualquier presencia haitiana.
Mientras tanto, los haitianos ilegales y muchos dominicanos indocumentados, o víctimas de suplantación de identidad, sufren, como Tomás, los excesos de una política de deportaciones masivas, fracasada y por momentos abusiva.